Escrita para celebrar el día de la paz en enero del 2.005. Fue representada ese mismo año por los niños y niñas del primer ciclo de Peñuelas.
Al año siguiente le añadí el preámbulo y alargué el acto tercero con el fin de que intervinieran más personajes. De esta manera la representamos en enero de 2.006 con los niños del segundo ciclo del Colegio de Granada, donde estoy ahora. Es, sin duda mi mejor obra, o al menos así lo pienso yo, además me la han traducido al ingés y me han dicho que la han representado en colegios bilingües de Irlanda, Suecia, Italia, Turquía y por supuesto en el "Tierno Galván" de Granada. Se me pudiérais ver, cielos, ¡Qué vergüenza!, se me cae la baba.
COMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Esta obra, es para mí, una de las más educativas en el tema de la paz y quizá la más bella. La escribí con el único objetivo de enseñar a los niños que si queremos vivir en paz debemos practicar determinadas virtudes. La paz es consecuencia de.... No es ningún regalo.
VOCABULARIO: Amistad, amor, comprensión, cultivar, diálogo, - guerra, inmensidad, perdón, solidaridad, tolerancia.
ESCENARIO. Se puede pintar un paisaje de fondo en el que aparezcan montañas y bosques. Una silla cubierta con una tela puede servir de asiento para el sabio.
Conviene hacer con cartulina siete flores grandes, cada una con uno de los siete colores del arco iris y con un letrero con estos siete nombres: tolerancia, comprensión, solidaridad, amistad, diálogo, perdón y amor. Y otra flor más grande y bonita con todos los colores juntos y que en el centro se vea en letras grandes “PAZ”.
PERSONAJES.
NARRADOR.- Niño o niña vestido normalmente, que lea bien.
CAPITÁN.- Niño vestido de soldado de la Edad Media, con una banda o distintivo especial de capitán para que destaque sobre los demás.
SOLDADOS.- Niños vestidos de soldados con espadas y lanzas de madera.
SABIO.- Niño con un gorro o turbante, una barba blanca y una tela a modo de capa. Tiene que parecer un sabio antiguo.
NIÑOS.- Siete niños y niñas vestidos a ser posible con túnicas y con una corona de olivo u otra planta en la cabeza para darles un aire primitivo.
MUJER I.- Niña vestida de mujer medieval con vestido largo.
MUJER II.- Niña vestida igual que la anterior.
MUJER III.- Niña vestida como las anteriores.
DIFICULTAD.
Media. Aconsejada para segundo o tercer ciclo
DURACIÓN. Cuarenta minutos aproximadamente.
PREÁMBULO
NARRADOR.- Esta historia que os vamos a representar pudo suceder en Europa durante la Edad Media. En aquel tiempo Europa estaba gobernada por reyes y señores feudales; hombres que lo que más les gustaba era la guerra y la caza, hasta tal punto que no aprendían a leer ni a escribir, pero consideraban indispensable aprender a luchar y a cazar. Cada dos por tres hacían guerras entre ellos por el mínimo motivo.
PREGONERO.- Hago saber de parte del conde Barba-negra, que está en guerra con el marqués de Grandes-tierras, que todo el que se aliste en su ejército cobrará un buen sueldo además de recibir cama y comida.
CAPITÁN.- ¿Quién se viene a la guerra conmigo?
SOLDADO I.- ¿Contra quién vamos a luchar?
CAPITÁN.- Vamos a luchar contra el gordo y rico marqués de Grandes-tierras.
SOLDADO II.- ¿Ese que vive en un castillo que dicen que está lleno de oro?
CAPITÁN.- El mismo.
SOLDADO III.- ¿Quién organiza esta guerra?
CAPITÁN.- Ni más ni menos que el conde Barba-negra.
SOLDADO IV.- ¿Y paga bien el conde?
CAPITÁN.- ¡Que si paga bien! Una moneda de oro por cada día de campaña y una parte en el botín que se consiga.
SOLDADO I.- Apúntame en tu ejército, por ese sueldo bien se puede morir.
CAPITÁN.- Muy bien. ¿Cómo te llamas?
SOLDADO I.- Me llamo Sancho.
CAPITÁN.- Sancho y ¿qué más?
SOLDADO I.- Sancho el Herrero.
CAPITÁN.- ¿Y tú con qué arma sabes luchar?
SOLDADO.- Yo con la espada. Mira. (Hace movimientos con la espada cerca de su cabeza)
CAPITÁN.- Para, para, que me vas a sacar un ojo.
SOLDADO II.- Yo también iré a guerrear a vuestro lado y mataré a quién haga falta.
CAPITÁN.- ¿Cómo te llamas?
SOLDADO II.- Yo me llamo Ramiro el Fuerte.
CAPITÁN.- ¿Y con qué arma peleas?
CAPITÁN.- Con la lanza.
SOLDADO III.- Apúntame, que yo también quiero volver rico a mi aldea.
CAPITÁN.- Muy bien ¿Cómo te llamas tú?
SOLDADO III.- Yo me llamo Rodrigo, hijo de Pero.
CAPITÁN.- (Hace como que escribe) Rodrigo Pérez, muy bien. ¿Con qué arma luchas)
SOLDADO III.- Con la espada también.
TODOS.- Yo también, yo también.
CAPITÁN.- Bueno ahora os apuntaré a todos. ¡Viva el conde Barba-negra y muera el marqués!
TODOS.- ¡Viva!
CAPITÁN.- Silencio todos. Tomad vuestras armas y venid conmigo. Mañana atacaremos al marqués.
(Salen todos del escenario dando voces)
TODOS.- Vamos a la guerra.
MUJER I.- Un momento capitán,
que un favor quiero pediros.
Escuchadme vos, ¡Por Dios!
De rodillas os lo pido,
(Se pone de rodillas)
que no os llevéis a estos hombres,
que son padres y maridos.
Todos ellos son casados,
dejan mujeres e hijos.
¿Qué será de los pequeños?
Si a todos llevas contigo.
¿Quién trabajará los campos?
¿Quién recogerá el trigo?
¿Quién defenderá la aldea,
cuando lleguen enemigos?
Y cuando venga el invierno
y el hielo cubra los ríos,
sin leña para hacer fuego,
nos moriremos de frío.
No os los llevéis, capitán,
de rodillas os lo pido.
CAPITÁN.- No le hagáis caso, está loca. ¡Vámonos a la guerra!
(Salen todos del escenario)
NARRADOR.- Y así sucedía siempre. Los hombres capaces de pelear se alistaban en los ejércitos para ganar dinero. Se iban a guerrear todos y en los pueblos se quedaban nada más que las mujeres y los niños. En uno de estos pueblos los niños que se quedaron, hartos de que sus padres hicieran tantas guerras y de ser abandonados, decidieron ir a visitar a un sabio que vivía en lo alto de una montaña y que se llamaba Froilán, para ver si les encontraba una solución.
NIÑO I.- (Llamando al sabio Froilán) ¡Sabio Froilán!
NIÑA II.- ¡Sabio Froilán!
NIÑA III.- ¡Sabio Froilán! (Cada vez lo llaman más fuerte)
(Sale el sabio con aspecto desaliñado, como el que se acaba de levantar de la cama)
SABIO FROILÁN.- ¿Qué voces son estas? ¿Por qué me despertáis? No veis que estaba descansando. Esto de ser sabio cansa mucho. Bueno decidme primero quiénes sois y por qué habéis venido.
NIÑO I.- Somos los niños y niñas de la aldea que está al fondo del valle.
NIÑA II.- Sí, y queremos hacerte una pregunta.
SABIO FROILÁN.- Muy bien, me alegro de que hayáis venido ¿Qué pregunta es la que queréis hacerme?
NIÑO I.- ¿Qué tenemos que hacer los niños para que no haya tantas guerras?
SABIO FROILÁN.- Pues creo que nada, porque las guerras no las hacen los niños sino los mayores. Bueno, sí. Podéis dejar de jugar con las espaditas de madera a mataros unos a otros que algún día lo que vais a conseguir es sacaros un ojo.
NIÑO II.- ¿Y para que nuestros padres no se vayan a pelear y nos dejen abandonados?
NARRADOR.- El sabio, que era muy, muy sabio, y que además tenía aspecto de sabio, escuchó la pregunta con detenimiento y luego miró hacia arriba y se rascó la cabeza, que es lo que hacía siempre que le preguntaban algo.
SABIO FROILÁN. - Dejarme pensar, esta es una pregunta muy difícil. (Hace todos los gestos que dice el narrador) Pues no se me ocurre nada, voy a intentarlo otra vez. ¿Cuál era la pregunta?
NIÑO III. - ¡Qué poca memoria tienes! ¿Ya se te ha olvidado?
SABIO FROILÁN. - Pues si, tengo muchas cosas importantes en que pensar.
NARRADOR.- El sabio que era muy sabio y tenía aspecto de sabio lo intentó otra vez.
SABIO FROILÁN.- Pues no lo sé. No tengo ni idea.
NARRADOR.- Los niños insistieron y se enfadaron porque pensaban que el sabio no los quería ayudar.
NIÑO I.- Si tú eres sabio deberías saberlo. Esto es intolerable. Que la gente piense que eres sabio y luego resulta que no sabes nada. No se puede aguantar.
NIÑA II.- Es verdad. Hemos subido aquí con mucho esfuerzo para que ahora nos diga que no tiene ni idea. Esto es insoportable.
SABIO FROILÁN.- Lo siento. Debéis comprender que los sabios a veces no lo sabemos todo.
NIÑA II.- Los sabios no lo sabemos todo, los sabios no lo sabemos todo. (Haciéndole burla) Esto es incomprensible. Yo no lo entiendo. ¿Para qué sois sabios entonces?
SABIO FROILÁN.- Será que me he levantado con hambre esta mañana y como no tengo nada que comer se me ha quedado el cerebro en blanco. Niña, ¿me das un trozo de manzana por favor?
NIÑA III.- (Niña que está comiendo una manzana) - No. Cómpratela tú.
SABIO FROILÁN.- No puedo, soy pobre.
NIÑA III.- Pues entonces trabaja.
SABIO FROILÁN.- No os enfadéis porque no sepa responder a esa pregunta. ¿Seguimos siendo amigos?
NIÑO IV.- ¿Para qué? Si no nos sirves para nada. Yo ya no quiero ser tu amigo. Nos vamos.
SABIO FROILÁN.- No os lo toméis así. Esperad (Se rasca la cabeza y prosigue) Por favor no os vayáis. Os voy a decir una cosa que escuché a mi padre y que él se la había escuchado al suyo. Lo único que acabará con las guerras es la flor de la paz. Por lo tanto si queréis que no haya más guerras tenéis que ir a buscar la flor de la paz.
TODOS LOS NIÑOS.- ¿La flor de la paz?
SABIO FROILÁN.- Sí, la flor de la paz. Es la única solución a vuestro problema. (Lo dice enfadado)
NIÑO IV.- ¿Cómo es la flor de la paz? Nosotros no la hemos visto nunca.
SABIO FROILÁN.- La flor de la paz es la flor más hermosa que existe, la reconoceréis al verla. No hay otra igual. Tiene los siete colores del arco iris.
NIÑA V.- ¿Dónde se encuentra? ¿Dónde la buscamos?
SABIO FROILÁN.- No lo sé.
NIÑO V.- ¿Otra vez con que no lo sabes? Tienes que decírnoslo. Piensa y dilo.
SABIO FROILÁN.- Pues va a ser que no. Buscadla por todo el mundo. Si lo hacéis con todas vuestras fuerzas, si aprendéis a cultivarla, quizá la encontréis y la podéis traer aquí.
NIÑO VI.- Quizá la encontréis. ¿Cómo la vamos a encontrar si no nos dices dónde se encuentra? Eres un viejo inútil y torpe que ya no sirves para nada. Vayámonos todos de aquí.
SABIO FROILÁN.- Cuando la encontréis volved y traédmela a mí para que yo la vea. Por favor. (Dice esta última frase cuando ya se han ido todos los niños menos la niña más pequeña que está allí mirándolo sin decir nada)
SABIO FROILÁN.- Y tú ¿Tampoco me comprendes? Dime algo por favor.
NIÑA VII.- Eres feo y malo te odio, te odio y te odio. (Se va corriendo)
NARRADOR.- El sabio Froilán se quedó muy triste y abatido pensando lo que le habían dicho. Los niños se fueron a buscar la flor de la paz cada uno por su lado aquel mismo día.
Pasaron cinco años y un día volvieron al pueblo otra vez el pregonero y el capitán para reclutar más hombres para la guerra.
PREGONERO.- Hago saber, en nombre del marqués de Grandes-tierras que está en guerra con el conde Barba-negra, que el que se aliste en su ejército cobrará un buen sueldo además de cama y comida.
CAPITÁN.- A ver. ¿Quién se apunta a las órdenes del Marqués?
(No se apunta nadie, se miran uno al otro y...)
CAPITÁN.- ¡Vámonos, en este pueblo ya no queda nadie!
PREGONERO.- ¿No te acuerdas que se apuntaron todos los hombres en el ejército de Barba-negra?
CAPITÁN.- Es verdad ya no me acordaba. ¡Vámonos a otro pueblo!
(Salen del escenario)
NARRADOR.- Pasaron otros cinco años y los niños que ya no eran niños sino hombres y mujeres, regresaron al pueblo y cada uno de ellos traía una flor y decidieron enseñársela al sabio para que la viera.
Primero llegó el niño que había buscado la flor por las montañas.
NIÑO I.- Sabio Froilán, Sabio Froilán. Sabio Froilán.
SABIO FROILÁN.- ¿Quién me llama? No te conozco. ¿Quién eres tú?
NIÑO I.- Yo soy un niño que estuvo aquí hace diez años para pedirte que nos dijeras donde encontraríamos la flor de la paz. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Ahora que lo dices, pues sí, ya me acuerdo. ¡Qué grande te has puesto! Pues mira, yo había acabado de comer y estaba fregando los platos. ¿Qué quieres? ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑO I.- No. Fui a buscarla por las montañas. He subido a todas las montañas y cordilleras del mundo y he hablado con los montañeses. Aunque no encontré la flor de la paz, he traído la flor más hermosa que he visto. Es de color naranja y se llama tolerancia. En este tiempo he aprendido a ser tolerante con los demás porque otros lo han sido conmigo y me han enseñado a tolerar. Siento que aquel día fui intolerante contigo porque nos dijiste que no sabías como se acababa con las guerras. Lo siento, ahora comprendo que a pesar de todo nos ayudaste a buscar la causa. Aquí te dejo la flor de la tolerancia, que aunque no es la flor de la paz se le debe parecer porque es muy hermosa.
SABIO FROILÁN.- Es verdad, esta no es la flor de la paz aunque se le parece algo. Dámela, la plantaré en mi jardín para que crezca. Y tú sigue cultivando esta flor en tu pueblo.
NARRADOR.- A continuación llegó la segunda niña. Era la que había ido a buscar la flor de la paz por los campos y llanuras, y que no quiso comprender al sabio cuando les dijo que no sabía donde se encontraba la flor de la paz
NIÑA II.- ¡Sabio Froilán, sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- ¡Qué voces! Me has despertado. (Se despereza aparatosamente) Estaba durmiendo la siesta. ¿Qué quieres buena mujer? Creo que no te conozco.
NIÑA II.- Mírame bien porque si me conoces. Yo estuve aquí hace diez años cuando vine junto con otros niños a pedirte que nos dieras la solución contra las guerras.
(El sabio la mira muy fijamente)
SABIO FROILÁN.- ¡Pero han pasado ya diez años! Y yo pensando que habían pasado diez minutos. Desde luego el tiempo va que vuela. Es increíble. Yo no me acuerdo de ti. Si es la primera vez que te veo. Bueno dejémonos de rollos. ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑA II.- No. Fui a buscar la flor de la paz por los campos y llanuras. La busqué con todas mis fuerzas, pregunté a todos por ella y no la he encontrado. A cambio te he traído la flor más bonita que vi, es de color rosa y se llama comprensión. Ella me ha enseñado a ser comprensiva y a ponerme en lugar de los demás. Ahora me he dado cuenta de que no fui comprensiva contigo hace diez años. Lo siento; ahora pienso que si fuésemos más comprensivos los unos con los otros, nuestro mundo sería más justo y feliz.
SABIO FROILÁN.- Tienes razón, y aunque no hayas encontrado la flor de la paz has traído esta otra que también es muy hermosa. No te preocupes, dame la flor. La pondré en mi jardín para que florezca siempre fresca. Sí, es una flor muy bonita. Y te voy a dar un consejo, sigue cultivando esta flor en tu pueblo y ya verás como algún día… pues eso. Que ¡adiós!
NARRADOR.- Poco tiempo después llegó la tercera niña que venía de los mares y océanos. Era aquella que no le había querido dar un poco de manzana al sabio hacía diez años. ¿Os acordáis?
NIÑA III.- ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- ¿Qué quieres? Me has pillado en casa de milagro porque iba a cazar ranas. La verdad es que hoy estoy teniendo un día lleno de visitas. No se ha ido una cuando ya viene la otra. Bueno, vayamos al grano ¿Tú quién eres? Porque yo no te conozco de nada.
NIÑA III.- Yo estuve aquí hablando contigo hace diez años.
SABIO FROILÁN.- Claro. Si fue hace diez años, cómo me voy a acordar si no me acuerdo ni de lo que me pasó ayer.
NIÑA III.- Sí, yo vine a preguntarte por la flor de la paz.
SABIO FROILÁN.- Sí, ya caigo. Tú eres una de los que fuiste a buscar la flor de la paz. Ya me acuerdo de ti. Y dime ¿La has encontrado?
NIÑA III.- Sí es verdad. Yo soy aquella niña que no fue solidaria contigo hace diez años. No te quise dar un trozo de manzana cuando tú me la pediste. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Sí lo recuerdo como si hubiera pasado hace diez minutos. ¡Qué cosas! Pero no te preocupes, ya no me gustan las manzanas. Ahora como ranas.
NIÑA III.- En este tiempo he buscado la flor por todos los mares y océanos. He buscado a través de su inmensidad, me he sentido sola y he pasado hambre, sed y tantas necesidades que he precisado de la ayuda de los demás. He descubierto que sigue habiendo gente solidaria en el mundo. Te he traído esta flor azul que se llama solidaridad. Ella me ha enseñado a ser solidaria y a compartir con los demás. También te he traído una manzana, se parece mucho a aquella que me pediste y no te quise dar. Acéptala, por favor.
(El sabio coge las dos cosas, la flor y la manzana)
SABIO FROILÁN.- Gracias por todo Es una bonita flor. Me alegro que la hayas encontrado. La pondré en mi jardín junto a las otras. También me alegra que hayas aprendido a ser solidaria. Gracias también por traerme una manzana. Te diré una cosa, sigue cultivando esta flor por donde vayas, creo que con ella ayudarás a mucha gente.
NIÑA III.- Así lo haré. ¡Adiós!
NARRADOR.- Inmediatamente después llegó el niño que había ido a buscar la flor de la paz por todos los bosques. Era el mismo niño que había rechazado la amistad del sabio hacía diez años.
NIÑO IV.- ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Pasa tío ¿Qué quieres?
NIÑO IV.- Primero quiero decirte que yo soy aquel niño que hace diez años te dijo que no quería ser tu amigo.
SABIO FROILÁN.- Pues si tú lo dices será así, pero a mí me parece imposible. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Y como has crecido! ¡Has comido muchas vitaminas! ¿No?
NIÑO IV.- Bueno sabio, siempre estás de bromas. Vengo de buscar la flor de la paz.
SABIO FROILÁN.- Y ¿a que no la has encontrado?
NIÑO IV.- No, he buscado la flor por las selvas y bosques más impenetrables, he visto muchas flores bonitas, las examiné todas una por una, pero no la encontré. He convivido con mucha gente y he aprendido muchas cosas.
SABIO FROILÁN.- Eso es porque eres listo.
NIÑO IV.- En serio. Te he traído esta flor verde que se llama amistad, porque me pareció la más hermosa, quizá porque era la que yo más necesitaba. En este tiempo he aprendido que todos debemos ser amigos. Por eso ahora te doy mi amistad y quiero que me consideres tu amigo.
SABIO FROILÁN.- Muy bien. Dame un abrazo. Ya somos amigos. Ahora dame la flor de la amistad para que la ponga junto a las demás y prométeme que vas a seguir cultivándola siempre en tu pueblo.
NIÑO 4.- Te doy mi palabra de que lo haré. Adiós.
NARRADOR.- Un poco tiempo después llegó corriendo la niña que había ido a buscar la flor de la paz por los pueblos y ciudades. Era la misma niña que hacía diez años no había querido hablar con el sabio.
NIÑA V.- Sabio Froilán ¿Me puedes dedicar un minuto de tu tiempo, por favor?
SABIO FROILÁN.- A esto se llama hablar con educación. Sí señor. Me lo ha pedido usted con tanta educación y delicadeza que no puedo negarme y pienso dedicarle no un minuto sino todo el tiempo del mundo. ¿Qué quiere usted de mí, bella señora?
NIÑA V.- Sabio Froilán. ¿No te acuerdas de mí? Yo soy aquella niña que con muy malos modales te exigió hace diez años que me dijeras la solución contra la guerra.
SABIO FROILÁN.- Pero, como me voy a acordar criatura si has cambiado como de la noche al día. No me acuerdo de nada.
NIÑA V.- Pues sí, yo soy aquella. A partir de aquel día he visitado miles de pueblos y ciudades y he conversado con millones de personas. No he encontrado la flor de la paz. Pero te he traído la flor más bonita que he visto, esta flor amarilla que se llama diálogo. En este tiempo ella me ha enseñado a dialogar.
SABIO FROILÁN.- No hace falta que lo jures. Gracias. La pondré junto a las otras. Te diré que ha sido un placer dialogar contigo.
NARRADOR.- Después llegó el niño que había ido a buscar la flor por el cielo.
NIÑO VI.- ¡Sabio Froilán! ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Aquí estoy. Dime lo que quieres y te vas, que ya me estoy cansando.
NIÑO VI.- En primer lugar quiero pedirte perdón.
SABIO FROILÁN.- Pues muy bien. Pídemelo. Pero dime, ¿por qué te he de perdonar?
NIÑO VI.- Yo soy el niño que hace diez años te insultó, te llamé viejo inútil y te ofendí cuando nos dijiste que no sabías donde se encontraba la flor de la paz. Siento mucho haberme portado mal.
SABIO FROILÁN.- Pues te pones de rodillas y haces mil copias de que no se debe insultar y ya está. Sigue contándome, que estoy de cachondeo. ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑO VI.- No. Aquel día decidí buscar la flor por el cielo, más allá de las nubes, entre las estrellas y más lejos aún, por todo el universo. Pero ha sido inútil. Te he traído la flor que más me ha impresionado, es de color violeta y se llama flor del perdón. En estos años he aprendido a perdonar y a pedir perdón.
SABIO FROILÁN.- Dame tu flor por favor, que la guardaré junto a las otras. Y no vuelvas a insultarme y sigue cultivando esta flor por el cielo y por el infierno también, que hará más falta. ¿Vale tío?
NARRADOR.- Y por último llegó la niña más pequeña, aquella que le dijo al sabio que era feo y que lo odiaba. Esta niña había ido a buscar la flor de la paz por los parques y jardines.
NIÑA VII.- ¡Sabio Froilán! ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Otra. Me estoy cansando ¿Qué quieres tú? ¿También me traes flores? ¡Pero si no es mi día!
NIÑA VII.- Yo soy aquella niña que hace diez años te dije que te odiaba. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Sí, me acuerdo. Con que sí, ¡eh! Pues que sepas que me dolió mucho que me dijeras eso. Eras la más pequeña y yo sentía mucho cariño por ti.
NIÑA VII.- Olvida aquellas palabras por favor. Las dije sin pensar lo que decía. Aquel día salí a buscar la flor de la paz por todos los parques y jardines, pensaba que una flor tan bonita estaría en los jardines más hermosos, pero no la encontré. Te he traído esta flor roja. Es la flor del amor. Ella me ha enseñado a amar. Es la señal de mi amor; permite que te de un beso. (Le da el beso)
SABIO FROILÁN.- Gracias, ha sido el beso más bonito que me han dado hoy. Bueno en realidad ha sido el único que me han dado en mi vida (Hace como que se seca una lágrima) Nada que se me ha metido algo en el ojo, o será el polen. ¡Con tantas flores! Permíteme un último consejo; sigue cultivando esta flor siempre y ofrécesela a todas las personas.
NARRADOR.- Cuando la última niña le dio al sabio la flor del amor, él la colocó junto a las otras, y sucedió que inmediatamente de entre todas ellas apareció una flor hermosísima que tenía un pétalo de cada flor con los siete colores del arco iris. ¡Era la flor de la paz! El sabio se puso muy nervioso y comenzó a dar voces llamando a todos.
SABIO FROILÁN.- ¡Venid! ¡Venid todos! ¡Corred! (Llegan corriendo todos los niños y todos ellos traen una flor de la paz en la mano)
NIÑOS.- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos llamas?
SABIO FROILÁN.- ¡Mirad! ¡Lo habéis conseguido!. En medio de todas las flores que trajisteis ha florecido la paz. Es ésta. ¿No es maravilloso?
NIÑOS Y NIÑAS.- Sí, es maravilloso. A nosotros también nos ha florecido la paz y por fin hemos comprendido que para tener la paz hay que cultivar las otras flores.
SABIO FROILÁN.- Pues eso. Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Volved a vuestro pueblo y seguid cultivando todas las otras flores. Así tendréis siempre la paz.
UNA NIÑA.- También hemos comprendido que sigues siendo el más sabio de todos los sabios. Gracias por darnos esta lección.
NARRADOR.- Al día siguiente apareció un pregonero en el pueblo, tocó su cuerno y convocó a la gente.
PREGONERO.- Dado que continúa la guerra entre el sucesor del conde Barba-negra, su hijo Barba-pinchuda, y el hijo del Marqués de Ricastierras, el Marques Ricachón, hago saber que todos los hombres que quieran alistarse en los ejércitos del Marques Ricachón recibirán dos monedas de oro al día así, como una parte del botín que se obtenga al saquear el castillo del conde Barba-pinchuda.
CAPITÁN.- Los que quieran alistarse que pasen por aquí, que les tome el nombre.
(No se apunta nadie, ni se mueve nadie)
CAPITÁN.- ¿Qué pasa en este pueblo? ¿No hay hombres valientes?
NIÑO I.- Sí, somos valientes. Lo que pasa es que queremos vivir en paz.
CAPITÁN.- ¿No queréis ganar mucho dinero y haceros ricos?
NIÑA II.- No, preferimos ser pobres buenos a ser ricos malos.
CAPITÁN.- Sois todos unos cobardes.
MUJER.- No tientes a nuestros hombres,
con dineros y otros bienes,
que han decidido quedarse
con sus hijos y mujeres.
Que prefieren nuestras chozas
y nuestras camas de paja
al castillo del marqués
con sus mullidas camas.
Que prefieren comer pan,
duro y negro de cebada,
a tierna carne de venado
en el campo de batalla
Que prefieren pasar hambre
con la conciencia tranquila,
a estar manchados de sangre
y llenarse la barriga
Marchaos de aquí, capitán.
Bien claro lo habéis oído,
ya no hay nada más que hablar,
id por donde habéis venido.
Marchaos y no volváis más
por este pueblo tranquilo.
Ya no queremos más guerras
que somos gente de paz
CAPITÁN.- Gente de paz, gente de paz. ¡Cobardes! eso es lo que sois todos, unos cobardes. No venís a luchar porque estáis cagados de miedo. Sois unas mujerzuelas.
MUJER II.- (Niña vestida de mujer y con una escoba) ¿Qué dices tú de mujerzuelas? El que se va a cagar de miedo vas a ser tú. ¿Toma y toma! Vete de aquí desgraciado o te rompo la escoba en la cabeza. (Le pega dos escobazos)
(Se van los soldados del escenario y termina la obra)
Al año siguiente le añadí el preámbulo y alargué el acto tercero con el fin de que intervinieran más personajes. De esta manera la representamos en enero de 2.006 con los niños del segundo ciclo del Colegio de Granada, donde estoy ahora. Es, sin duda mi mejor obra, o al menos así lo pienso yo, además me la han traducido al ingés y me han dicho que la han representado en colegios bilingües de Irlanda, Suecia, Italia, Turquía y por supuesto en el "Tierno Galván" de Granada. Se me pudiérais ver, cielos, ¡Qué vergüenza!, se me cae la baba.
COMPETENCIA SOCIAL Y CIUDADANA
Esta obra, es para mí, una de las más educativas en el tema de la paz y quizá la más bella. La escribí con el único objetivo de enseñar a los niños que si queremos vivir en paz debemos practicar determinadas virtudes. La paz es consecuencia de.... No es ningún regalo.
VOCABULARIO: Amistad, amor, comprensión, cultivar, diálogo, - guerra, inmensidad, perdón, solidaridad, tolerancia.
ESCENARIO. Se puede pintar un paisaje de fondo en el que aparezcan montañas y bosques. Una silla cubierta con una tela puede servir de asiento para el sabio.
Conviene hacer con cartulina siete flores grandes, cada una con uno de los siete colores del arco iris y con un letrero con estos siete nombres: tolerancia, comprensión, solidaridad, amistad, diálogo, perdón y amor. Y otra flor más grande y bonita con todos los colores juntos y que en el centro se vea en letras grandes “PAZ”.
PERSONAJES.
NARRADOR.- Niño o niña vestido normalmente, que lea bien.
CAPITÁN.- Niño vestido de soldado de la Edad Media, con una banda o distintivo especial de capitán para que destaque sobre los demás.
SOLDADOS.- Niños vestidos de soldados con espadas y lanzas de madera.
SABIO.- Niño con un gorro o turbante, una barba blanca y una tela a modo de capa. Tiene que parecer un sabio antiguo.
NIÑOS.- Siete niños y niñas vestidos a ser posible con túnicas y con una corona de olivo u otra planta en la cabeza para darles un aire primitivo.
MUJER I.- Niña vestida de mujer medieval con vestido largo.
MUJER II.- Niña vestida igual que la anterior.
MUJER III.- Niña vestida como las anteriores.
DIFICULTAD.
Media. Aconsejada para segundo o tercer ciclo
DURACIÓN. Cuarenta minutos aproximadamente.
"ES LA FLOR DE LA PAZ"
PREÁMBULO
NARRADOR.- Esta historia que os vamos a representar pudo suceder en Europa durante la Edad Media. En aquel tiempo Europa estaba gobernada por reyes y señores feudales; hombres que lo que más les gustaba era la guerra y la caza, hasta tal punto que no aprendían a leer ni a escribir, pero consideraban indispensable aprender a luchar y a cazar. Cada dos por tres hacían guerras entre ellos por el mínimo motivo.
PREGONERO.- Hago saber de parte del conde Barba-negra, que está en guerra con el marqués de Grandes-tierras, que todo el que se aliste en su ejército cobrará un buen sueldo además de recibir cama y comida.
CAPITÁN.- ¿Quién se viene a la guerra conmigo?
SOLDADO I.- ¿Contra quién vamos a luchar?
CAPITÁN.- Vamos a luchar contra el gordo y rico marqués de Grandes-tierras.
SOLDADO II.- ¿Ese que vive en un castillo que dicen que está lleno de oro?
CAPITÁN.- El mismo.
SOLDADO III.- ¿Quién organiza esta guerra?
CAPITÁN.- Ni más ni menos que el conde Barba-negra.
SOLDADO IV.- ¿Y paga bien el conde?
CAPITÁN.- ¡Que si paga bien! Una moneda de oro por cada día de campaña y una parte en el botín que se consiga.
SOLDADO I.- Apúntame en tu ejército, por ese sueldo bien se puede morir.
CAPITÁN.- Muy bien. ¿Cómo te llamas?
SOLDADO I.- Me llamo Sancho.
CAPITÁN.- Sancho y ¿qué más?
SOLDADO I.- Sancho el Herrero.
CAPITÁN.- ¿Y tú con qué arma sabes luchar?
SOLDADO.- Yo con la espada. Mira. (Hace movimientos con la espada cerca de su cabeza)
CAPITÁN.- Para, para, que me vas a sacar un ojo.
SOLDADO II.- Yo también iré a guerrear a vuestro lado y mataré a quién haga falta.
CAPITÁN.- ¿Cómo te llamas?
SOLDADO II.- Yo me llamo Ramiro el Fuerte.
CAPITÁN.- ¿Y con qué arma peleas?
CAPITÁN.- Con la lanza.
SOLDADO III.- Apúntame, que yo también quiero volver rico a mi aldea.
CAPITÁN.- Muy bien ¿Cómo te llamas tú?
SOLDADO III.- Yo me llamo Rodrigo, hijo de Pero.
CAPITÁN.- (Hace como que escribe) Rodrigo Pérez, muy bien. ¿Con qué arma luchas)
SOLDADO III.- Con la espada también.
TODOS.- Yo también, yo también.
CAPITÁN.- Bueno ahora os apuntaré a todos. ¡Viva el conde Barba-negra y muera el marqués!
TODOS.- ¡Viva!
CAPITÁN.- Silencio todos. Tomad vuestras armas y venid conmigo. Mañana atacaremos al marqués.
(Salen todos del escenario dando voces)
TODOS.- Vamos a la guerra.
MUJER I.- Un momento capitán,
que un favor quiero pediros.
Escuchadme vos, ¡Por Dios!
De rodillas os lo pido,
(Se pone de rodillas)
que no os llevéis a estos hombres,
que son padres y maridos.
Todos ellos son casados,
dejan mujeres e hijos.
¿Qué será de los pequeños?
Si a todos llevas contigo.
¿Quién trabajará los campos?
¿Quién recogerá el trigo?
¿Quién defenderá la aldea,
cuando lleguen enemigos?
Y cuando venga el invierno
y el hielo cubra los ríos,
sin leña para hacer fuego,
nos moriremos de frío.
No os los llevéis, capitán,
de rodillas os lo pido.
CAPITÁN.- No le hagáis caso, está loca. ¡Vámonos a la guerra!
(Salen todos del escenario)
ACTO PRIMERO
NARRADOR.- Y así sucedía siempre. Los hombres capaces de pelear se alistaban en los ejércitos para ganar dinero. Se iban a guerrear todos y en los pueblos se quedaban nada más que las mujeres y los niños. En uno de estos pueblos los niños que se quedaron, hartos de que sus padres hicieran tantas guerras y de ser abandonados, decidieron ir a visitar a un sabio que vivía en lo alto de una montaña y que se llamaba Froilán, para ver si les encontraba una solución.
NIÑO I.- (Llamando al sabio Froilán) ¡Sabio Froilán!
NIÑA II.- ¡Sabio Froilán!
NIÑA III.- ¡Sabio Froilán! (Cada vez lo llaman más fuerte)
(Sale el sabio con aspecto desaliñado, como el que se acaba de levantar de la cama)
SABIO FROILÁN.- ¿Qué voces son estas? ¿Por qué me despertáis? No veis que estaba descansando. Esto de ser sabio cansa mucho. Bueno decidme primero quiénes sois y por qué habéis venido.
NIÑO I.- Somos los niños y niñas de la aldea que está al fondo del valle.
NIÑA II.- Sí, y queremos hacerte una pregunta.
SABIO FROILÁN.- Muy bien, me alegro de que hayáis venido ¿Qué pregunta es la que queréis hacerme?
NIÑO I.- ¿Qué tenemos que hacer los niños para que no haya tantas guerras?
SABIO FROILÁN.- Pues creo que nada, porque las guerras no las hacen los niños sino los mayores. Bueno, sí. Podéis dejar de jugar con las espaditas de madera a mataros unos a otros que algún día lo que vais a conseguir es sacaros un ojo.
NIÑO II.- ¿Y para que nuestros padres no se vayan a pelear y nos dejen abandonados?
NARRADOR.- El sabio, que era muy, muy sabio, y que además tenía aspecto de sabio, escuchó la pregunta con detenimiento y luego miró hacia arriba y se rascó la cabeza, que es lo que hacía siempre que le preguntaban algo.
SABIO FROILÁN. - Dejarme pensar, esta es una pregunta muy difícil. (Hace todos los gestos que dice el narrador) Pues no se me ocurre nada, voy a intentarlo otra vez. ¿Cuál era la pregunta?
NIÑO III. - ¡Qué poca memoria tienes! ¿Ya se te ha olvidado?
SABIO FROILÁN. - Pues si, tengo muchas cosas importantes en que pensar.
NARRADOR.- El sabio que era muy sabio y tenía aspecto de sabio lo intentó otra vez.
SABIO FROILÁN.- Pues no lo sé. No tengo ni idea.
NARRADOR.- Los niños insistieron y se enfadaron porque pensaban que el sabio no los quería ayudar.
NIÑO I.- Si tú eres sabio deberías saberlo. Esto es intolerable. Que la gente piense que eres sabio y luego resulta que no sabes nada. No se puede aguantar.
NIÑA II.- Es verdad. Hemos subido aquí con mucho esfuerzo para que ahora nos diga que no tiene ni idea. Esto es insoportable.
SABIO FROILÁN.- Lo siento. Debéis comprender que los sabios a veces no lo sabemos todo.
NIÑA II.- Los sabios no lo sabemos todo, los sabios no lo sabemos todo. (Haciéndole burla) Esto es incomprensible. Yo no lo entiendo. ¿Para qué sois sabios entonces?
SABIO FROILÁN.- Será que me he levantado con hambre esta mañana y como no tengo nada que comer se me ha quedado el cerebro en blanco. Niña, ¿me das un trozo de manzana por favor?
NIÑA III.- (Niña que está comiendo una manzana) - No. Cómpratela tú.
SABIO FROILÁN.- No puedo, soy pobre.
NIÑA III.- Pues entonces trabaja.
SABIO FROILÁN.- No os enfadéis porque no sepa responder a esa pregunta. ¿Seguimos siendo amigos?
NIÑO IV.- ¿Para qué? Si no nos sirves para nada. Yo ya no quiero ser tu amigo. Nos vamos.
SABIO FROILÁN.- No os lo toméis así. Esperad (Se rasca la cabeza y prosigue) Por favor no os vayáis. Os voy a decir una cosa que escuché a mi padre y que él se la había escuchado al suyo. Lo único que acabará con las guerras es la flor de la paz. Por lo tanto si queréis que no haya más guerras tenéis que ir a buscar la flor de la paz.
TODOS LOS NIÑOS.- ¿La flor de la paz?
SABIO FROILÁN.- Sí, la flor de la paz. Es la única solución a vuestro problema. (Lo dice enfadado)
NIÑO IV.- ¿Cómo es la flor de la paz? Nosotros no la hemos visto nunca.
SABIO FROILÁN.- La flor de la paz es la flor más hermosa que existe, la reconoceréis al verla. No hay otra igual. Tiene los siete colores del arco iris.
NIÑA V.- ¿Dónde se encuentra? ¿Dónde la buscamos?
SABIO FROILÁN.- No lo sé.
NIÑO V.- ¿Otra vez con que no lo sabes? Tienes que decírnoslo. Piensa y dilo.
SABIO FROILÁN.- Pues va a ser que no. Buscadla por todo el mundo. Si lo hacéis con todas vuestras fuerzas, si aprendéis a cultivarla, quizá la encontréis y la podéis traer aquí.
NIÑO VI.- Quizá la encontréis. ¿Cómo la vamos a encontrar si no nos dices dónde se encuentra? Eres un viejo inútil y torpe que ya no sirves para nada. Vayámonos todos de aquí.
SABIO FROILÁN.- Cuando la encontréis volved y traédmela a mí para que yo la vea. Por favor. (Dice esta última frase cuando ya se han ido todos los niños menos la niña más pequeña que está allí mirándolo sin decir nada)
SABIO FROILÁN.- Y tú ¿Tampoco me comprendes? Dime algo por favor.
NIÑA VII.- Eres feo y malo te odio, te odio y te odio. (Se va corriendo)
ACTO SEGUNDO
NARRADOR.- El sabio Froilán se quedó muy triste y abatido pensando lo que le habían dicho. Los niños se fueron a buscar la flor de la paz cada uno por su lado aquel mismo día.
Pasaron cinco años y un día volvieron al pueblo otra vez el pregonero y el capitán para reclutar más hombres para la guerra.
PREGONERO.- Hago saber, en nombre del marqués de Grandes-tierras que está en guerra con el conde Barba-negra, que el que se aliste en su ejército cobrará un buen sueldo además de cama y comida.
CAPITÁN.- A ver. ¿Quién se apunta a las órdenes del Marqués?
(No se apunta nadie, se miran uno al otro y...)
CAPITÁN.- ¡Vámonos, en este pueblo ya no queda nadie!
PREGONERO.- ¿No te acuerdas que se apuntaron todos los hombres en el ejército de Barba-negra?
CAPITÁN.- Es verdad ya no me acordaba. ¡Vámonos a otro pueblo!
(Salen del escenario)
NARRADOR.- Pasaron otros cinco años y los niños que ya no eran niños sino hombres y mujeres, regresaron al pueblo y cada uno de ellos traía una flor y decidieron enseñársela al sabio para que la viera.
Primero llegó el niño que había buscado la flor por las montañas.
NIÑO I.- Sabio Froilán, Sabio Froilán. Sabio Froilán.
SABIO FROILÁN.- ¿Quién me llama? No te conozco. ¿Quién eres tú?
NIÑO I.- Yo soy un niño que estuvo aquí hace diez años para pedirte que nos dijeras donde encontraríamos la flor de la paz. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Ahora que lo dices, pues sí, ya me acuerdo. ¡Qué grande te has puesto! Pues mira, yo había acabado de comer y estaba fregando los platos. ¿Qué quieres? ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑO I.- No. Fui a buscarla por las montañas. He subido a todas las montañas y cordilleras del mundo y he hablado con los montañeses. Aunque no encontré la flor de la paz, he traído la flor más hermosa que he visto. Es de color naranja y se llama tolerancia. En este tiempo he aprendido a ser tolerante con los demás porque otros lo han sido conmigo y me han enseñado a tolerar. Siento que aquel día fui intolerante contigo porque nos dijiste que no sabías como se acababa con las guerras. Lo siento, ahora comprendo que a pesar de todo nos ayudaste a buscar la causa. Aquí te dejo la flor de la tolerancia, que aunque no es la flor de la paz se le debe parecer porque es muy hermosa.
SABIO FROILÁN.- Es verdad, esta no es la flor de la paz aunque se le parece algo. Dámela, la plantaré en mi jardín para que crezca. Y tú sigue cultivando esta flor en tu pueblo.
NARRADOR.- A continuación llegó la segunda niña. Era la que había ido a buscar la flor de la paz por los campos y llanuras, y que no quiso comprender al sabio cuando les dijo que no sabía donde se encontraba la flor de la paz
NIÑA II.- ¡Sabio Froilán, sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- ¡Qué voces! Me has despertado. (Se despereza aparatosamente) Estaba durmiendo la siesta. ¿Qué quieres buena mujer? Creo que no te conozco.
NIÑA II.- Mírame bien porque si me conoces. Yo estuve aquí hace diez años cuando vine junto con otros niños a pedirte que nos dieras la solución contra las guerras.
(El sabio la mira muy fijamente)
SABIO FROILÁN.- ¡Pero han pasado ya diez años! Y yo pensando que habían pasado diez minutos. Desde luego el tiempo va que vuela. Es increíble. Yo no me acuerdo de ti. Si es la primera vez que te veo. Bueno dejémonos de rollos. ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑA II.- No. Fui a buscar la flor de la paz por los campos y llanuras. La busqué con todas mis fuerzas, pregunté a todos por ella y no la he encontrado. A cambio te he traído la flor más bonita que vi, es de color rosa y se llama comprensión. Ella me ha enseñado a ser comprensiva y a ponerme en lugar de los demás. Ahora me he dado cuenta de que no fui comprensiva contigo hace diez años. Lo siento; ahora pienso que si fuésemos más comprensivos los unos con los otros, nuestro mundo sería más justo y feliz.
SABIO FROILÁN.- Tienes razón, y aunque no hayas encontrado la flor de la paz has traído esta otra que también es muy hermosa. No te preocupes, dame la flor. La pondré en mi jardín para que florezca siempre fresca. Sí, es una flor muy bonita. Y te voy a dar un consejo, sigue cultivando esta flor en tu pueblo y ya verás como algún día… pues eso. Que ¡adiós!
NARRADOR.- Poco tiempo después llegó la tercera niña que venía de los mares y océanos. Era aquella que no le había querido dar un poco de manzana al sabio hacía diez años. ¿Os acordáis?
NIÑA III.- ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- ¿Qué quieres? Me has pillado en casa de milagro porque iba a cazar ranas. La verdad es que hoy estoy teniendo un día lleno de visitas. No se ha ido una cuando ya viene la otra. Bueno, vayamos al grano ¿Tú quién eres? Porque yo no te conozco de nada.
NIÑA III.- Yo estuve aquí hablando contigo hace diez años.
SABIO FROILÁN.- Claro. Si fue hace diez años, cómo me voy a acordar si no me acuerdo ni de lo que me pasó ayer.
NIÑA III.- Sí, yo vine a preguntarte por la flor de la paz.
SABIO FROILÁN.- Sí, ya caigo. Tú eres una de los que fuiste a buscar la flor de la paz. Ya me acuerdo de ti. Y dime ¿La has encontrado?
NIÑA III.- Sí es verdad. Yo soy aquella niña que no fue solidaria contigo hace diez años. No te quise dar un trozo de manzana cuando tú me la pediste. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Sí lo recuerdo como si hubiera pasado hace diez minutos. ¡Qué cosas! Pero no te preocupes, ya no me gustan las manzanas. Ahora como ranas.
NIÑA III.- En este tiempo he buscado la flor por todos los mares y océanos. He buscado a través de su inmensidad, me he sentido sola y he pasado hambre, sed y tantas necesidades que he precisado de la ayuda de los demás. He descubierto que sigue habiendo gente solidaria en el mundo. Te he traído esta flor azul que se llama solidaridad. Ella me ha enseñado a ser solidaria y a compartir con los demás. También te he traído una manzana, se parece mucho a aquella que me pediste y no te quise dar. Acéptala, por favor.
(El sabio coge las dos cosas, la flor y la manzana)
SABIO FROILÁN.- Gracias por todo Es una bonita flor. Me alegro que la hayas encontrado. La pondré en mi jardín junto a las otras. También me alegra que hayas aprendido a ser solidaria. Gracias también por traerme una manzana. Te diré una cosa, sigue cultivando esta flor por donde vayas, creo que con ella ayudarás a mucha gente.
NIÑA III.- Así lo haré. ¡Adiós!
NARRADOR.- Inmediatamente después llegó el niño que había ido a buscar la flor de la paz por todos los bosques. Era el mismo niño que había rechazado la amistad del sabio hacía diez años.
NIÑO IV.- ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Pasa tío ¿Qué quieres?
NIÑO IV.- Primero quiero decirte que yo soy aquel niño que hace diez años te dijo que no quería ser tu amigo.
SABIO FROILÁN.- Pues si tú lo dices será así, pero a mí me parece imposible. ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Y como has crecido! ¡Has comido muchas vitaminas! ¿No?
NIÑO IV.- Bueno sabio, siempre estás de bromas. Vengo de buscar la flor de la paz.
SABIO FROILÁN.- Y ¿a que no la has encontrado?
NIÑO IV.- No, he buscado la flor por las selvas y bosques más impenetrables, he visto muchas flores bonitas, las examiné todas una por una, pero no la encontré. He convivido con mucha gente y he aprendido muchas cosas.
SABIO FROILÁN.- Eso es porque eres listo.
NIÑO IV.- En serio. Te he traído esta flor verde que se llama amistad, porque me pareció la más hermosa, quizá porque era la que yo más necesitaba. En este tiempo he aprendido que todos debemos ser amigos. Por eso ahora te doy mi amistad y quiero que me consideres tu amigo.
SABIO FROILÁN.- Muy bien. Dame un abrazo. Ya somos amigos. Ahora dame la flor de la amistad para que la ponga junto a las demás y prométeme que vas a seguir cultivándola siempre en tu pueblo.
NIÑO 4.- Te doy mi palabra de que lo haré. Adiós.
NARRADOR.- Un poco tiempo después llegó corriendo la niña que había ido a buscar la flor de la paz por los pueblos y ciudades. Era la misma niña que hacía diez años no había querido hablar con el sabio.
NIÑA V.- Sabio Froilán ¿Me puedes dedicar un minuto de tu tiempo, por favor?
SABIO FROILÁN.- A esto se llama hablar con educación. Sí señor. Me lo ha pedido usted con tanta educación y delicadeza que no puedo negarme y pienso dedicarle no un minuto sino todo el tiempo del mundo. ¿Qué quiere usted de mí, bella señora?
NIÑA V.- Sabio Froilán. ¿No te acuerdas de mí? Yo soy aquella niña que con muy malos modales te exigió hace diez años que me dijeras la solución contra la guerra.
SABIO FROILÁN.- Pero, como me voy a acordar criatura si has cambiado como de la noche al día. No me acuerdo de nada.
NIÑA V.- Pues sí, yo soy aquella. A partir de aquel día he visitado miles de pueblos y ciudades y he conversado con millones de personas. No he encontrado la flor de la paz. Pero te he traído la flor más bonita que he visto, esta flor amarilla que se llama diálogo. En este tiempo ella me ha enseñado a dialogar.
SABIO FROILÁN.- No hace falta que lo jures. Gracias. La pondré junto a las otras. Te diré que ha sido un placer dialogar contigo.
NARRADOR.- Después llegó el niño que había ido a buscar la flor por el cielo.
NIÑO VI.- ¡Sabio Froilán! ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Aquí estoy. Dime lo que quieres y te vas, que ya me estoy cansando.
NIÑO VI.- En primer lugar quiero pedirte perdón.
SABIO FROILÁN.- Pues muy bien. Pídemelo. Pero dime, ¿por qué te he de perdonar?
NIÑO VI.- Yo soy el niño que hace diez años te insultó, te llamé viejo inútil y te ofendí cuando nos dijiste que no sabías donde se encontraba la flor de la paz. Siento mucho haberme portado mal.
SABIO FROILÁN.- Pues te pones de rodillas y haces mil copias de que no se debe insultar y ya está. Sigue contándome, que estoy de cachondeo. ¿Has encontrado la flor de la paz?
NIÑO VI.- No. Aquel día decidí buscar la flor por el cielo, más allá de las nubes, entre las estrellas y más lejos aún, por todo el universo. Pero ha sido inútil. Te he traído la flor que más me ha impresionado, es de color violeta y se llama flor del perdón. En estos años he aprendido a perdonar y a pedir perdón.
SABIO FROILÁN.- Dame tu flor por favor, que la guardaré junto a las otras. Y no vuelvas a insultarme y sigue cultivando esta flor por el cielo y por el infierno también, que hará más falta. ¿Vale tío?
NARRADOR.- Y por último llegó la niña más pequeña, aquella que le dijo al sabio que era feo y que lo odiaba. Esta niña había ido a buscar la flor de la paz por los parques y jardines.
NIÑA VII.- ¡Sabio Froilán! ¡Sabio Froilán!
SABIO FROILÁN.- Otra. Me estoy cansando ¿Qué quieres tú? ¿También me traes flores? ¡Pero si no es mi día!
NIÑA VII.- Yo soy aquella niña que hace diez años te dije que te odiaba. ¿Te acuerdas?
SABIO FROILÁN.- Sí, me acuerdo. Con que sí, ¡eh! Pues que sepas que me dolió mucho que me dijeras eso. Eras la más pequeña y yo sentía mucho cariño por ti.
NIÑA VII.- Olvida aquellas palabras por favor. Las dije sin pensar lo que decía. Aquel día salí a buscar la flor de la paz por todos los parques y jardines, pensaba que una flor tan bonita estaría en los jardines más hermosos, pero no la encontré. Te he traído esta flor roja. Es la flor del amor. Ella me ha enseñado a amar. Es la señal de mi amor; permite que te de un beso. (Le da el beso)
SABIO FROILÁN.- Gracias, ha sido el beso más bonito que me han dado hoy. Bueno en realidad ha sido el único que me han dado en mi vida (Hace como que se seca una lágrima) Nada que se me ha metido algo en el ojo, o será el polen. ¡Con tantas flores! Permíteme un último consejo; sigue cultivando esta flor siempre y ofrécesela a todas las personas.
ACTO TERCERO
NARRADOR.- Cuando la última niña le dio al sabio la flor del amor, él la colocó junto a las otras, y sucedió que inmediatamente de entre todas ellas apareció una flor hermosísima que tenía un pétalo de cada flor con los siete colores del arco iris. ¡Era la flor de la paz! El sabio se puso muy nervioso y comenzó a dar voces llamando a todos.
SABIO FROILÁN.- ¡Venid! ¡Venid todos! ¡Corred! (Llegan corriendo todos los niños y todos ellos traen una flor de la paz en la mano)
NIÑOS.- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos llamas?
SABIO FROILÁN.- ¡Mirad! ¡Lo habéis conseguido!. En medio de todas las flores que trajisteis ha florecido la paz. Es ésta. ¿No es maravilloso?
NIÑOS Y NIÑAS.- Sí, es maravilloso. A nosotros también nos ha florecido la paz y por fin hemos comprendido que para tener la paz hay que cultivar las otras flores.
SABIO FROILÁN.- Pues eso. Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Volved a vuestro pueblo y seguid cultivando todas las otras flores. Así tendréis siempre la paz.
UNA NIÑA.- También hemos comprendido que sigues siendo el más sabio de todos los sabios. Gracias por darnos esta lección.
NARRADOR.- Al día siguiente apareció un pregonero en el pueblo, tocó su cuerno y convocó a la gente.
PREGONERO.- Dado que continúa la guerra entre el sucesor del conde Barba-negra, su hijo Barba-pinchuda, y el hijo del Marqués de Ricastierras, el Marques Ricachón, hago saber que todos los hombres que quieran alistarse en los ejércitos del Marques Ricachón recibirán dos monedas de oro al día así, como una parte del botín que se obtenga al saquear el castillo del conde Barba-pinchuda.
CAPITÁN.- Los que quieran alistarse que pasen por aquí, que les tome el nombre.
(No se apunta nadie, ni se mueve nadie)
CAPITÁN.- ¿Qué pasa en este pueblo? ¿No hay hombres valientes?
NIÑO I.- Sí, somos valientes. Lo que pasa es que queremos vivir en paz.
CAPITÁN.- ¿No queréis ganar mucho dinero y haceros ricos?
NIÑA II.- No, preferimos ser pobres buenos a ser ricos malos.
CAPITÁN.- Sois todos unos cobardes.
MUJER.- No tientes a nuestros hombres,
con dineros y otros bienes,
que han decidido quedarse
con sus hijos y mujeres.
Que prefieren nuestras chozas
y nuestras camas de paja
al castillo del marqués
con sus mullidas camas.
Que prefieren comer pan,
duro y negro de cebada,
a tierna carne de venado
en el campo de batalla
Que prefieren pasar hambre
con la conciencia tranquila,
a estar manchados de sangre
y llenarse la barriga
Marchaos de aquí, capitán.
Bien claro lo habéis oído,
ya no hay nada más que hablar,
id por donde habéis venido.
Marchaos y no volváis más
por este pueblo tranquilo.
Ya no queremos más guerras
que somos gente de paz
CAPITÁN.- Gente de paz, gente de paz. ¡Cobardes! eso es lo que sois todos, unos cobardes. No venís a luchar porque estáis cagados de miedo. Sois unas mujerzuelas.
MUJER II.- (Niña vestida de mujer y con una escoba) ¿Qué dices tú de mujerzuelas? El que se va a cagar de miedo vas a ser tú. ¿Toma y toma! Vete de aquí desgraciado o te rompo la escoba en la cabeza. (Le pega dos escobazos)
(Se van los soldados del escenario y termina la obra)
FIN