EL PALACIO DE SALAM




He intentado dibujar un palacio bonito y maravilloso donde se vivía en paz y armonía hasta que alguien estropeó el invento. Suele pasar. Bueno, lo dicho, que estoy seguro que cualquiera de vosotros lo podéis mejorar, o montar el escenario con otra idea.
Es esta una obra dedicada a la Educación en Inteligencia Emocional sobre la paz y la no violencia. Salam es una palabra árabe que significa paz. Está pensada para representarla en la modalidad de sombras chinescas, que es otro tipo de escenificación que también tiene su encanto.


COMPETENCIA. SOCIAL Y CIUDADANA.

Saco este fragmento del B.O.E. núm. 287, jueves 1 diciembre 2005.
Ley 27/2005 de 30 de Noviembre de Fomento de la Educación y la Cultura de la Paz.
“En el marco de la Década Internacional para la Cultura de Paz proclamada por las Naciones Unidas esta ley... pretende ser un punto de partida para sustituir la cultura de la violencia por una cultura de paz.
La cultura de paz la forman todos los valores, comportamientos, actitudes, prácticas, sentimientos, creencias, que acaban conformando la paz.”

Participo plenamente del anterior fragmento. Estoy convencido de que si queremos tener paz debemos trabajar para cambiar nuestra anterior cultura belicista por otra menos agresiva, más justa y más comprensiva.

Con esta obra pretendo que los niños capten la idea de que la paz no viene sola, que es la consecuencia de practicar determinadas virtudes.


MATERIAL NECESARIO

Más o menos todos vosotros sabéis cómo se realiza este tipo de representaciones, por si acaso os recuerdo los materiales que necesitamos, que son pocos: un foco de luz potente, una pantalla y figuras de cartulina.

PERSONAJES:

LECTORES
ABUELO
NIETO
PRÍNCIPE DEL NORTE
PRÍNCIPE DEL SUR
COMPRENSIÓN
MAGO


" EL PALACIO DE SALAM"



ABUELO.- ¡Federico, Federico! ¿No contestas? ¡Federico! ¿Dónde estás?
NIÑO.- Estoy aquí, abuelo.
ABUELO.- Si estabas aquí. ¿Por qué has tardado tanto en contestarme?
NIÑO.- Ya lo sabes abuelo. No me gusta que me llamen Federico.
ABUELO.- (Con amabilidad) Sí, ya lo sé y no lo comprendo. No comprendo por qué no te gusta tu nombre.
NIÑO.- Pues porque no.
ABUELO.- Federico, tu nombre es muy bonito y está unido a una historia preciosa. ¿Quieres que te la cuente?
NIÑO.- Sí abuelo, cuéntamela por favor.
ABUELO.- Pues siéntate a mi lado y escucha. Primero te diré que tu nombre procede del alemán Fridu-reiks, y en Alemania es el nombre más popular, tan popular como en España el de Manolo. Además es un nombre de reyes y príncipes y tiene un significado muy bonito.
NIÑO.- ¿Qué significa mi nombre, abuelo?
ABUELO.- Federico significa “príncipe de la paz” y te voy a explicar por qué.
“Hace mucho, mucho tiempo y en un territorio muy lejano se levantaba el palacio más bonito que jamás ha existido. No había otro igual en todo el mundo. Cientos de peregrinos se acercaban a diario a contemplarlo. Los grandes señores cuando iban de viaje se desviaban de su ruta para admirarlo. Los mercaderes hablaban de él por todos los mercados donde vendían sus productos. Los padres se lo describían a sus hijos. Era el palacio de Salam, que significa paz, era por tanto el palacio de la paz. Y en este palacio de la paz reinaba Salam que significa Paz. Era el palacio de la Paz”.
NIÑO.- ¿Y qué tiene que ver la paz con mi nombre?
ABUELO.- No te impacientes. Te diré que aunque la Paz era la reina, el que realmente dirigía aquél reino de paz era un príncipe. Era justo y bondadoso y gobernaba desde hacía muchos años. Las gentes de aquel lugar le habían puesto ese nombre de Príncipe de la Paz por ser un buen príncipe y por vivir en el palacio de la Paz. Y ahora ya sabes por qué Federico significa “Príncipe de la paz”.
NIÑO.- ¿Ya se acabó la historia?
ABUELO.- No. Además del príncipe de la Paz, es decir de Federico, vivían en el palacio cuatro Virtudes que le ayudaban a gobernar aquel país.
NIÑO.- ¿Quiénes eran esas Virtudes?
ABUELO.- Eran cuatro hadas muy sabias que ayudaban al príncipe Federico en las tareas de gobierno.
NIÑO.- ¿Cómo se llamaban?
ABUELO.- Eran: Comprensión, Tolerancia, Negociación y Concordia. Cada una estaba encargada de realizar una tarea diferente en el gobierno del país.
La virtud Comprensión no era bella pero se mostraba siempre sonriente y muy agradable en su trato. Era la recepcionista, es decir, que se encargaba de recibir a cuantos llegaban al palacio. Tenía su cuarto al lado de la puerta principal y allí recibía a todo el mundo y escuchaba sus peticiones o demandas. Siempre se ponía en su lugar y simpatizaba con ellos de tal forma que casi todo el mundo la quería.
NIÑO.- ¿Por qué dices que casi todo el mundo? ¿Es que había alguien que no la quisiera?
ABUELO.- Sí, pero no te adelantes, te seguiré presentando a las demás.
La virtud Tolerancia era bella, amable y complaciente. Siempre estaba al lado del príncipe Federico y lo asesoraba en todas las decisiones. Se decía que a veces discutían entre ellos, pero lo cierto era que nunca el príncipe dejó de seguir sus consejos, aunque a veces le costaba trabajo tolerar ciertas cosas.
La virtud Negociación también muy atractiva. Era, como su nombre indica, la encargada de negociar y llegar a acuerdos entre todas las personas que venían a tratar algún asunto. Por lo general siempre se la veía hablando con mucha gente, era imprescindible en la gran sala de audiencias y a veces también se encerrada en los despachos con el príncipe y los embajadores donde se resolvían los asuntos de gobierno.
La virtud Concordia era la más bella de todas y la más atractiva. Se movía alegremente por todo el palacio llenando con su presencia todas las estancias y salones, especialmente el salón de fiestas y de baile. Estaba encargada de crear un ambiente agradable entre todos.
El príncipe Federico gobernó en el país de la Paz ayudado por las cuatro virtudes durante muchos años y durante todo ese tiempo el país gozó de paz y prosperidad.
Cuando murió Federico, ocuparon su puesto en el gobierno del país sus dos hijos, quienes se pusieron de acuerdo para gobernar cada uno en una parte del reino. Uno fue nombrado Príncipe del Norte y el otro Príncipe del Sur. Al comienzo el gobierno de los reinos continuó como antes porque las cuatro virtudes seguían encargándose de resolver los asuntos de estado. Los dos hermanos, siguiendo el ejemplo de su padre, daban el visto bueno a todo lo que las virtudes decidían hacer. Todo permanecía tranquilo, la vida en el palacio era alegre y placentera. Como casi todas las virtudes, especialmente la Concordia, eran jóvenes y bellas, los dos príncipes disfrutaban mucho de su compañía y se pasaban todo el tiempo halagándolas y ensalzando sus bondades. Tan solo el hada Comprensión les parecía menos agradable porque les obligaba a ser comprensivos con los demás y con ellos mismos. A veces hasta les resultaba molesta y pesada. En sus conversaciones privadas solían decir:

PRÍNCIPE I.- Siempre nos obliga a que veamos todas las cuestiones desde el otro punto de vista. Cuando viene un campesino quejándose de que no puede pagar los impuestos porque ha tenido mala cosecha, se pone de su parte y nos hace ver que eso es injusto y que debemos perdonárselos.
PRÍNCIPE II.- Sí, tienes razón. Incluso yo creo que se pone también de parte de nuestros enemigos, tratando de que comprendamos que ellos también pueden tener parte de razón en sus disputas. En más de una ocasión evitó que derrotara completamente a mi mayor enemigo el rey de Las Montañas diciéndome que moriría mucha gente inocente.

Los dos príncipes, en más de una ocasión habían pensado en despedirla y echarla de su palacio, y si no lo habían hecho era por miedo a que se cumpliera la profecía del mago Barba Blanca, una antigua profecía que pesaba sobre el palacio y que el mago, un profeta raro y extravagante que vivía solitario en las montañas, había predicho.

NIÑO.- ¿Un mago? ¿Una profecía?
ABUELO.- Sí, el mago Barba Blanca había dicho:
VOZ DEL MAGO.- “Cuando Comprensión se marche llorando, el palacio será derribado”
NIÑO.- ¿Y qué pasó después?
ABUELO.- Te diré que el príncipe del País del Norte tenía una manada de caballos de la que estaba muy orgulloso. Eran todos magníficos y el príncipe los tenía en gran aprecio.
Un día de verano llegó al palacio un pobre campesino reclamando justicia. Venía pobremente vestido y reclamaba que los caballos del príncipe del Norte habían entrado en su campo y destrozado su cosecha de trigo, por lo que pedía que le dieran el trigo suficiente para que no murieran de hambre sus hijos el próximo invierno. La virtud Comprensión escuchó atentamente al pobre hombre, vio justas sus peticiones y lo llevó junto con la virtud Tolerancia ante el príncipe del Norte con el fin de que se hiciera justicia.
El príncipe de mala gana dio la orden de que restituyeran al campesino el trigo necesario para su familia.
HADA COMPRENSIÓN.- Pero hay más. Cuando el campesino, vio que los caballos destruían su campo corrió a asustarlos para que se fueran, los caballos salieron corriendo y atropellaron a su hijo que ahora esta mal herido a punto de morir. Pide también, y es justo que se le conceda, que el médico del palacio cure a su hijo.
El príncipe preguntó:
PRÍNCIPE.- ¿Le ha pasado algo a los caballos?
HADA COMPRENSIÓN.- Al salir corriendo murió uno de ellos al caer por un barranco. Contestó el campesino.
Al escuchar el príncipe que había muerto uno de sus caballos montó en cólera y dijo:
PRÍNCIPE. - Entonces fuera de aquí, le está bien empleado a tu hijo por asustar a mis caballos. No mandaré a mi médico a que lo cure.
El Hada Comprensión hizo ver al príncipe que el campesino tenía razón en su demanda y que fueran los caballos de quien fueran su dueño debería pagar el mal que habían hecho. El Hada Tolerancia también trató de convencer al príncipe para que pasara por alto la muerte de uno de sus caballos ya que tenía muchos más y el hijo del campesino valía más que cualquier caballo.
El príncipe no cedió a las súplicas del campesino y fue entonces cuando el Hada Comprensión acusó al príncipe de ser injusto y el Hada Tolerancia le dijo que no merecía ocupar el puesto de su padre Federico.
Aquello colmó la paciencia del Príncipe del Norte que ordenó a sus soldados que echaran del palacio al campesino y a las hadas Comprensión y Tolerancia por haber osado enfrentarse a él. Los soldados ejecutaron de inmediato las órdenes del príncipe y pusieron en la calle a las virtudes y al campesino.
En su lugar el príncipe ordenó colocar en la puerta una guardia de soldados armados que a partir de entonces impedían el paso a todas las personas humildes, además en el lugar de la virtud Tolerancia colocó a un mayordomo con aspecto huraño llamado Protocolo, con órdenes muy estrictas. De ahora en adelante no se admitirían reclamaciones que no se ajustaran a una normativa que impedía que cualquier persona entrara en el palacio sin cumplir sus exigencias y condiciones.

A partir de ese momento todo empezó a empeorar. Las negociaciones se hacían cada vez más difíciles. Al faltar las dos virtudes primeras Comprensión y Tolerancia los príncipes no atendían debidamente las peticiones de sus súbditos. Los embajadores de otros países que venían a tratar algún asunto no conseguían ponerse de acuerdo porque ya nadie cedía en sus posiciones. Pero no todos se encontraban peor.
Los príncipes imponían su ley y ahora se sentían menos presionados. Ya nadie les hacía comprender las peticiones de los demás Por fin decían:
PRÍNCIPE DEL NORTE.- Así da gusto gobernar. Esto es vida de rey.
PRÍNCIPE DEL SUR.- Es verdad. Gobernar ya no da tantos problemas

Pero de lo que no se daban cuenta es que serían victimas de sus propias decisiones e intransigencias. Un día el príncipe del Norte prohibió al príncipe del Sur que fuera cazar a sus dominios. El príncipe del Sur, contestó negándose a que los caballos del príncipe del Norte corretearan por sus territorios. Si hubiesen estado las virtudes Comprensión y Tolerancia no hubiera pasado nada y al final los dos príncipes se hubieran puesto de acuerdo, pero ya no estaban allí. Ellos las habían echado.
Las relaciones entre los dos príncipes se hicieron cada vez más tensas.
Ya no se celebraban fiestas ni bailes. Se negaron a negociar por lo que la virtud Negociación tuvo que abandonar el palacio.
Un día, la última virtud que permanecía en el palacio, la Concordia, lo abandonó y la reina Paz se marchó de allí también ante el peligro en que se hallaba.
Ese mismo día los dos príncipes se habían declarado la guerra. Fue, como todas las guerras, una guerra cruel e injusta, murió mucha gente, murieron los dos príncipes y el palacio que había sido la primera maravilla, el más hermoso del mundo, fue destruido por completo.
NIÑO.- ¡Qué pena abuelo! Y ¿no ha sido reconstruido?
ABUELO.- No todavía no.
NIÑO.- ¿Se cumplió la profecía del Mago?
ABUELO.- Se cumplió la primera parte de la profecía.
NIÑO.- ¿Es que hay otra profecía?
ABUELO.- Sí, el mago profetizó algo más. Cuando, terminada la guerra se acercó y vio el palacio destruido cuentan que, con lágrimas en los ojos, dijo: “De lejos vendrá, un niño llamado Federico que a las virtudes reunirá, reconstruirá el palacio y volverá a reinar la Paz”
NIÑO.- Abuelo ¿tú crees que yo puedo ser ese niño?
ABUELO.- No lo sé, lo que está claro es que eres un niño y te llamas Federico.




FIN